sábado, 18 de diciembre de 2010

Seguimos revolviendo el placard

"Embriagado de ilusiones, se abre paso el hombre común, ansiando llegar a su trono de lágrimas.
Embriagado de penurias, se abre paso el hombre común, ansiando reinar en su imperio de pena.
Extasiado por la luminosidad de la mentira, el hombre común tararea canciones sin moralejas, historias con finales felices.
Extasiado por las llagas ardientes de mil corazones en llamas, el hombre común intenta enseñar sin haber aprendido, reír sin antes haber llorado.
Y yo, encandilado por el veneno fulgurante de tus deudas de vida y de muerte, intento abrirme paso entre los hombres comunes, siguiendo tus luces, procurando no caer de bruces en el infinito abismo de las almas sin amparo.
Y yo, encandilado por la sabia esencia de tu oscuridad, intento abrirme paso entre los hombres comunes, muriendo de a poco, viviendo a los tropezones.
Y yo, intentando ser yo, muero por navegar en tus ojos, añorando la incredulidad de los años bañados en oro que tu perfume supo dorar" *

H.C.

* A menudo, cuando uno se encuentra con algo escrito hace tiempo, suele arrepentirse o sentirse avergonzado. Incluso, hasta tentado a cambiar algo del texto o directamente borrarlo. Creo, fervientemente, en que el favor más grande que podemos hacernos es dejarlos así como están: conservan la magia que nos llevo a escribirlos. En este caso particular, a veces pienso ¿quién carajo me creía que era yo, que me atrevía a considerarme como alguien fuera de lo común?. Pecados de soberbia preadolescente.

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