Salí del ascensor y prendí la luz del pasillo. Al fondo, la puerta de mi departamento, en el extremo opuesto, las escaleras caracol del edificio. En ellas el viento correteaba y me llamaba con silbidos para que me diera vuelta. Si no obedecía me acariciaba la nuca con una mano de aire gélido, entonces no me quedaba otra, miraba nervioso hacía atrás y el viento se callaba. Viento molesto.
Una vez parado frente a la puerta puse la llave, la giré y empujé.
La luz de la cocina estaba apagada así que estiré la mano a donde sé por costumbre que está el interruptor. Antes entré y cerré la puerta. Empujé con el índice el botoncito rectangular y todo mi dormitorio se iluminó ¿Y la cocina? Velocidad de la luz y la puta madre.
H.O.
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